Raiola Networks
El tema de España y la filosofía (pag.3)

Ortega y Gasset


José Francisco Alonso Suárez (31 de mayo de 2000)

Aproximación a Ortega


Un aspecto fundamental de su reflexión es la relación que establece entre «pensamiento» y «vida» a través de su definición del «conocimiento». Ortega considera que su planteamiento del concepto conocimiento encierra la herramienta que articula su proyecto de superación del realismo e idealismo, su obra El tema de nuestro tiempo es el antecedente de su declaración de intenciones. Para Ortega la filosofía presenta dos posibilidades radicales de comienzo: la existencia y el conocimiento. Estas posibilidades se engarzan entre sí porque ambas, existencia y conocimiento, se coimplican mutuamente. Así, la filosofía emerge en nuestra mente desde la función vital del pensamiento, el pensamiento es el ámbito donde todo tipo de conocimiento, adquiere su constitución y sentido, por lo tanto, puede ser conocido.

El conocimiento de la filosofía se encuentra sujeto a una temporalidad y funcionalidad inexcusable dentro del pensamiento humano. Fruto del juego entre temporalidad y funcionalidad, para Ortega la filosofía se encierra en el afán del hombre por conocer y para ello pone en juego sus facultades. Ortega define el conocimiento en base a la pretensión humana de desvelar lo oculto. Esta es es la clave para responder a la cuestión de cómo la filosofía, un tipo de pensamiento humano, es interna necesidad de la vida humana. El afán humano por el conocimiento se articula en torno al intento por averiguar el ser de las cosas con el fin de establecer cierta seguridad vital frente a ellas, así las cosas son aquellas imagenes que nos dan seguridad vital, por esto Ortega afirma que saber es «saber a qué atenerse» vitalmente y la claridad de atenimiento frente a cada cosa conforma la seguridad vital del ser humano.

Ahora bien, el error de toda tradición filosófica ha sido presumir que las cosas tienen un ser cuando el ser nace de la necesidad que el hombre siente frente a las cosas, así el ser de una cosa es un esquema intelectual que habla de nuestra vida frente a las cosas. Tomando como punto de partida a Descartes, Ortega reflexiona sobre el hecho de que el pensamiento se presenta ante el sujeto en su integridad tal como es. Descartes descubrió que entre las cosas que existen en el Universo hay un modo de ser que se diferencia radicalmente del resto, el pensamiento. Este descubrimiento lo efectuó Descartes desde su análisis de la duda. La duda solo es posible a cambio de no tocarse a sí misma la duda es un pensamiento, pero al dudar de la existencia de un pensamiento tengo por fuerza que pensar este pensamiento, que darle existencia en el Universo, es por ello que la duda metódica llevó a Descartes a formular el enorme hallazgo de que para el conocimiento no hay más dato radical que el pensamiento mismo. Así, mientras que la existencia de las cosas, en cuanto están ahí se apoyan las unas a las otras, en cambio el pensamiento, ese estado de mi mente, existe cuando se presenta ante mí, con lo cual el pensamiento tiene como privilegio darse al ser ya que para que exista un pensamiento basta con que piense que lo pienso. Sin embargo, en todas las cosas es distinto el que yo las piense y la existencia de tales cosas.

La relación que Ortega establece entre el ser y el pensar parte de que el pensamiento tiene que coincidir con la cosa pensada aún cuando cabe la posibilidad de que existan cosas que no se adecúen con la estructura de nuestro pensamiento, Ortega sostiene así la existencia tanto de zonas comunes entre el pensar y el ser como de zonas no comunes, zonas irracionales del mundo. De este modo sucede que Ortega distingue tres clases de cosas, las que acaso hay en el Universo, sepámoslo o no, la que creemos erróneamente que hay pero que en verdad no las hay, y las que podemos estar seguro que las hay, ahora bien para formular cierta seguridad en la existencia de un objeto en el Universo hay que ligar dichos objetos bien a un razonamiento o bien a una prueba de sí mismos, es decir, que adecuándose a nuestra estructura del pensamiento se constituyan en lo que Ortega llama los datos indubitables del Universo, el pensamiento es un dato indubitable porque en él pensar y existir son la misma cosa. El nombre que desde Descartes se da al pensamiento como ser del cual podemos estar seguro que lo hay y es para sí mismo es consciencia. Desde aquí, Ortega plantea la cuestion siguiente, al descubrir la realidad de la conciencia como reflexividad e intimidad no implica volver la espalda a la vida tomando partido por algo que está en oposición a ella misma, «filosofar es, propiamente, no vivir y vivir, propiamente, no filosofar. Ya veremos, sin embargo, en qué sentido esencial y nuevo la filosofía, al menos mi filosofía, incluye también la vida» (26). Esta es la «terra incognita» que Ortega pretende explorar. Ortega desde aquí nos sumerge nuevamente en su reflexión sobre el conocimiento, el conocimiento es un sistema de actitudes intelectuales que, organizadas a través de un método, aspira a ser conocimiento de cuanto hay presente en el mundo, ahora bien, en el caso especial del conocimiento filosófico para que un conjunto de pensamientos sea filosofía el intelecto se debe situar frente al Universo en actitud sistemática y absoluta.

El problema de la teoría del conocimiento está en que se ha definido en base a una ontología del conocimiento, en los términos planteados por el realismo y el idealismo. Frente a ambas posturas Ortega sitúa su parecer a caballo del racionalismo de Descartes y el escepticismo.

Según Ortega para que el pensamiento actúe tiene que haber un problema, el problema consiste en que el hombre tiene delante de sí algo dado pero a su vez incompleto, que no se basta a sí mismo. Mas para que un problema se presente frente al hombre tienen que haber también datos, tiene el pensamiento que conocer los datos indubitables del problema para poder afrontarlo teóricamente. Una teoría se compone de frases donde confrontamos lo que ellas nos dicen con las cosas mismas, y cuando con las frases aseveramos lo que hemos visto obtenemos una evidencia, de este modo una teoría es verdadera cuando se compone de evidencias y por evidencias, según el modo que su consistencia imponga a nuestra intuición (27), se resuelven. En el caso concreto del conocimiento filosófico, el carácter íntegro de este tipo de conocimiento, no permite aceptar para sus frases otro modo de verdad que no sea el de la total evidencia fundada en intuiciones adecuadas, las evidencias tienen la función de emerger de lo profundo a la superficie (28), es decir, surgen con el propósito radical de descubrir lo oculto o velado que se puede decir sobre el Universo.

Ahora bien, el conocimiento filosófico no construye el Universo, tan sólo lo teoriza conservando entre teoría y Universo cierta distancia, una distancia que no se puede salvar por la simple canjeabilidad de las cosas por los conceptos, esta distancia es la que separa el vivir del teorizar en el mundo, mas si Ortega considera que el teorizar frente al radical vivir se formula como un no vivir, sólo en el ámbito de la cultura, el teorizar es ocupación vital, una ocupación que tiene el temple «lujoso» de un espíritu deportivo, un temple que lleva a la vida humana a ocuparse del mundo. Así sucede que el primer problema de la filosofía no es averiguar qué realidad es la más importante, sino qué realidad del Universo es la más indudable, el problema primero es determinar que nos es dado en el Universo, el problema de los datos radicales. Así sucede que Ortega encuentra que el dato más radical del Universo no es la conciencia, sino la vida que incluye el sujeto y el mundo. Reconocida esta realidad indubitable el pensar no se sitúa anterior al vivir, porque el pensar se encuentra como trozo de vida, como un acto particular de ella. Así, filosofar es un desvivirse por cuanto hay, es un tipo esencial de vida que pretende salir de sí conservando su intimidad, de este modo Ortega invalida el sentido tradicional que en el idealismo tenían los conceptos de ser y pensar y, dado que ambos encierran la raiz misma de la filosofía, una reforma de la idea del ser y del pensar significa una reforma radical de la filosofía.


Ortega defiende que el modo de dependencia entre el pensar y el ser no puede ser, como pretendía el idealismo, un tenerlos en el sujeto, como ingredientes de él. Si lo primario que hay en el Universo es vivir y todo lo demás lo hay o no lo hay, en mi vida, vida es lo que somos, lo que hacemos y lo que nos pasa, así vivir es saber que nos encontramos en el mundo ocupado con cosas, dentro de un margen de posibilidades, por ello la vida es «libertad en la fatalidad y la fatalidad en la libertad» (29), es por ello que la vida en que hemos sido arrojados tenemos que fabricarla, tenemos que decidirla. Vivir aparece como un sentirnos forzados a decidir lo que vamos a ser (30).

He planteado que para Ortega la filosofía es un estilo de conocimiento que emerge en la historia fruto de la relación existente entre vida y pensamiento, una relación definida en términos de necesidad/posibilidad. No menos importante es su reflexión sobre el acto filosófico y su prospectiva de los contornos que tendría en el futuro este modo de pensamiento, un futuro que, a diferencia de tiempos pasados, Ortega presentó esperanzadoramente lleno de posibilidades para el ejercicio de dicha actividad.
Estos dos elementos se nuclean alrededor de la problemática que encierra la existencia y la justificación del conocimiento filosófico, un conocimiento necesario para el ser humano pero que no se formula en función de su practicidad, un conocimiento que es fuente de verdad, mas de una verdad que es perspectiva, que se desvela a los ojos del hombre perspectivamente.

Ortega no encierra en simples determinaciones toda los problemas del hecho filosófico y deja abiertos otros elementos que no plantea explícitamente en los textos que he tratado. En esta dirección se podrían establecer los objetivos de diferentes proyecto de trabajo. Una reflexión más atenta a la problemática expuesta por Ortega en torno al hecho de la existencia y la justificación de la filosofía me lleva a plantear las siguientes preguntas, la primera, aunque no la más importante, es cómo solventa Ortega el interrogante que planea sobre la necesidad del ser humano por el conocimiento filosófico.

Formula Ortega que, por forzosidad psicológica, surge en la historia, entre los estrechos márgenes de la vida y el pensamiento, un conocimiento íntegro y radical por todo cuanto hay, de este modo, primero frente al conocimiento mítico-religioso y posteriormente frente a las ciencias, el conocimiento de lo universal se plantea consubstancial a lo humano, a la esencia de la vida humana. Esta esencialidad se encarna en el tipo de hombre o mujer que se llama a sí mismo filósofo/a. El filósofo para Ortega es un especialista, un especialista de lo universal, sin embargo, frente al filósofo y su filosofar, Ortega no da respuestas determinantes a las preguntas siguientes, ¿cómo llena el filósofo de contenido positivo su conocimiento?, ¿porqué siendo la filosofía fuente de verdad no existe progreso en el conocimiento filosófico? y ¿si, cómo sostiene Ortega, la verdad se formula en base a términos íntegros pero en cambio se encarna perspectivamente en el ser humano, cómo es posible plantear que la filosofía sea antes que interpretación o creencia un conocimiento?. Ciertamente el concepto de verdad en Ortega encierra una acepción distinta a la comúnmente formulada, verdad es descubrimiento o desvelación de lo oculto -«aletheia»- y la verdad, íntegra y radical, se muestra tan sólo ante la limitada visión del hombre, desde su perspectiva, pero ¿acaso ésto no implica que de toda filosofía mas que una clase o género de conocimiento sea más bien un tipo de creencia, una creencia que a lo largo de la historia se ha dado en llamar filosofía?.

Con la intención de estudiar y responder a estas preguntas desde la propia la obra de Ortega, el objetivo central de un posible proyecto consistiría en análizar la relación que Ortega formula en torno a la filosofía como conocimiento y la filosofía como creencia. De la primera acepción Ortega establece que la filosofía es necesidad interna del vivir, una necesidad que se establece en el pensamiento.

En la segunda acepción la filosofía es libre ejercicio, dentro de la propia necesidad del pensamiento, por agenciarse «algo así como una creencia», una necesidad que se expresa como acto teórico, esforzado y lujoso, de una clase «especial» de sujeto humano. Sucede que Ortega formula la problemática de la filosofía en función de sus soluciones. Una de estas soluciones se establece en torno a su análisis de la relación del acto filosófico con el tipo esencial de vida filosófica, así es que el filosofar aunque forzosamente necesario para el conjunto de la humanidad, es una posibilidad que se da en distintos grados a lo largo de la historia. Cada uno de estos grados, alude a un nivel de presencia de las cuestiones filosóficas en una generación o, quizás sea más apropiado decir, que dentro de cada generación se determina un nivel de encuentro de cierto círculo de individuos con los problemas filosóficos.

Si, como dice Ortega, la filosofía no nace de ideas sino de la realidad vital, el filosofar, el acto de teorizar como hecho fundamental en la vida del filósofo, es fruto del hecho mental que el filósofo tiene respecto al mundo, un hecho que se adhiere a su subjetividad como creencia, así dice María Zambrano que el filósofo «lo comienza a ser cuando se decide a ganarse, a buscarse su nombre con su propio esfuerzo. Y el que no va a ser filósofo sigue humilde y esperanzadamente, esperando que se cumpla la plenitud de lo que espera» (31). Si este elemento está a la base de la vida del filósofo, y lo está porque Ortega sostiene que a su vez se encuentra en la misma esencialidad de la vida humana, advierto que su planteamiento aunque no disocia el tipo de hombre filósofo del resto del conjunto de los hombres, establece que la esencialidad humana es plena únicamente en un colectivo humano.

Ortega sostiene que la filosofía ha existido siempre en base a un determinado colectivo de especialistas que hace suyos los problemáticos interrogantes del conjunto de todos los seres humanos y planteando su especialidad como el conocimiento íntegro y radical de tales interrogantes, este conocimiento, que por su propia definición es necesario a todo sujeto es, por lo tanto, universal. Ahora bien, este argumento se justifica propiamente si en todo tiempo y lugar se establece necesaria la filosofía para cada generación y cada individuo habido y por haber. Pero si la filosofía únicamente dice que el hombre al pensar se percata de su condición vital, de su raiz humana, y, por esta misma condición el hombre tiene que atenerse a algo, bien a una presencia o bien a una creencia, ¿cómo la humanidad no es propiamente una humanidad de filósofos cuando por «forzosidad psicológica» es necesario a la vida de cada cual plantear el problema de su sentido, un problema que es para Ortega uno de los más radicales dentro de la filosofía?. Por contra, si este no es el caso, si la filosofía no puede plantearse de forma universal, Ortega plantea el problema de la existencia y justificación de la filosofía donde no es posible plantearlo. No es posible por que una especialidad que pretende fundamentar un tipo de conocimiento no adscrito al conjunto de los seres humanos, que tiene valor fuera del determinado círculo de intelectuales que formulan interrogantes que siendo suyos los atribuyen al conjunto de los seres humanos.

De todos modos lo que, sin duda alguna, está claro es que la constitución de la filosofía como conocimiento resulta problemática en este último siglo. Ortega sabedor de ésto pretendió establecer los firmes pilares de la filosofía en función de su necesidad y posibilidad en la historia y el pensamiento humano. (32)


- Volver a temas - El tema de España (pg.1) - El tema de España (pg.2) -

Raiola Networks